En Occidente es común escuchar los lamentos sobre la Navidad como «orgía de consumo», «mascarada vacía» o denominaciones similares. Sin embargo, la Navidad occidental es una fiesta de múltiples significados y usos que brinda, como pocos hechos sociales, un escenario para un sinnúmero de actividades. En definitiva: un espacio y un tiempo para hacer trabajo de campo.
Navidad es una época intensa en emociones para los ciudadanos de las urbes del Occidente cristiano. Tienen presión de tiempo para hacer sus compras y organizar la fiesta, tienen que cerrar el año laboral y al hacer balance comercial no dejan de hacer balance psicológico. Quienes son padres traen a la memoria sus vivencias infantiles y éstas no siempre son agradables. Las familias tienen que encontrarse con seres queridos a los que no ven regularmente y con seres no tan queridos que por obligación social deben sentar a la misma mesa: espacio en el que se manifiestan los conflictos silenciados durante el año. Otra fuente de presión es la obligación de ser generoso y realizar donaciones a parroquias, ONGs, concursos televisivos que patrocinan causas humanitarias … Pocos momentos del año son tan intensivos en presión, falta de tiempo, obligación social y emocionalidad; muchas veces negativa.
Navidad también es el tiempo del consumo: el dar y recibir y las normas del intercambio y el don se pueden tal vez estudiar mejor en Navidad en Occidente que en las islas del pacífico.
Para antropólogos, recomendamos:
- Observación participante en grandes almacenes (en estas fechas hay numerosas vacantes temporales debido a la demanda).
- Participación en liturgias religiosas.
- Participación en liturgias paganas: saturnalia (inocentes), fin de año, mascaradas, desfiles de San Nicolás, cabalgatas de reyes, etc.
- Participación en liturgias laicas: comidas de empresa, celebraciones de amigos, discursos empresariales y políticos.
- Participación en celebraciones familiares: cenas, comidas, intercambio de regalos, relatos sobre figuras mitológicas como los reyes magos, Santa Klaus, etc.
Con este material y las fuentes bibliográficas, un antropólogo industrial debería ser capaz de elaborar etnografías interesantes sobre puntos cruciales como economía, parentesco y política en nuestra sociedad occidental. Y sobre todo, ¿cómo se vinculan el sistema familia, el sistema económico-empresarial y el sistema político entre sí? Durante los días de la Navidad, todos los actores implicados: familias, empresas y políticos entran en escena y actúan de manera pautada y ritualizada. Es una época excelente para la observación social,
La construcción histórica y social de la Navidad
Otra cuestión interesante es la construcción social de la Navidad. Originalmente la Navidad era la celebración de la natividad de Jesús, el Mesías y el hijo de Dios según los cristianos. Dentro del ciclo cristiano, la Navidad empieza con el primero de adviento (el comienzo del año eclesiástico) y dura hasta el dos de febrero (Candelaria). La fiesta misma de la Navidad dura tres días: Nochebuena, Navidad y Segundo Día de Navidad.
Este ciclo está insertado en otro más antiguo: el del calendario solar. El adviento es la preparación para el solsiticio de invierno y la celebración de los cuatro domingos de adviento, con sus respectivos encendidos de vela, simbolizan una forma de dar fuerza al sol en su momento más débil. Adviento es cuando los días son cortos, las noches son largas y se encienden las velas. Por la candelaria, los días empiezan a alargarse, el sol ha pasado su punto crítico y el más peligroso del año, y las velas pueden apagarse. La primavera se barrunta.
La inserción del ciclo del nacimiento de cristo en el ciclo solar (muerte y resurrección del sol en solsticio) no es casualidad, ya que la fecha de la Navidad se fijó por la joven iglesia de Roma en el siglo IV, cuando este culto competía con los establecidos cultos solares romanos, germánicos y mitráicos. En el Concilio de Milán, el Estado romano, conducido por Constantino, reconoció a Jesús como hijo de Dios. En el 323, el concilio de Nicea legitimó a Cristo como de la misma naturaleza que Dios y, por lo tanto, como Dios mismo. El papa Liberio celebró en 381 su cumpleaños el 25 de diciembre, coincidiendo con el solsticio. Esta fecha se convirtió en dogma a través del emperador Teodosio.
Hasta el siglo XIV la Navidad era una fiesta restringida al espacio clerical. Fue en los monasterios donde se crearon los primeros belenes y fue en el marco de las iglesias donde se dramatizaba el evangelio de Lucas mediante autos sacramentales. A partir de 1400, la fiesta empieza a salir del ámbito eclesiástico, sobre todo a través de los gremios profesionales. Así, la primera mención de un árbol de Navidad adornado proviene de los gremios de Freiburg (Alemania).
A partir del siglo XVII, la fiesta entró en el ámbito privado, para no salir de allí. Un hecho que tienen que ver con el auge de la burguesía. Ésta celebraba su posición social a través de la decoración navideña. Es en este momento, cuando nace la «Navidad tradicional», ya que la Navidad comienza a adquirir una unidad estructural como ciclo festivo, relato religioso y celebración social. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX, con la industrialización avanzada, cuando se convierte en la fiesta de la familia y se incluyen los regalos como forma de intercambio que reafirma los lazos familiares y sociales. No obstante, en las zonas rurales, hasta finales del mismo siglo, no se adaptó la celebración de la Navidad como fiesta familiar.
La Navidad como reflejo de los cambios socioculturales
Como se ha dicho, a finales del siglo XIX, una sociedad industrial y comerciante empezó a intercambiar regalos y objetos de consumo para celebrar la Navidad. El relato que legitima la práctica son los presentes de los reyes magos al Niño Jesús. La fecha de los regalos ha sido muy variable: el día de la Epifanía del Señor (los magos de oriente, según Mt 2), es decir, el seis de enero; el día de Navidad, en la Nochebuena, el día de San Nicolás (por el obispo de Myra —la actual Demra turca— famoso por sus buenas obras a niños y necesitados) o incluso el día de año nuevo.
A medida que el consumo se ha ido convirtiendo en norma y estilo de vida, San Nicolás ha ido sufriendo transformaciones notables y se ha convertido en un icono de una multinacional. Los regalos procedían de los magos de oriente, convertidos por la tradición en reyes, de San Nicolás (probablemente por la proximidad de su festividad con la Navidad) o del Niño Jesús mismo, es decir, de Dios en persona hecho niño. En los países nórdicos surgió una variada iconografía sobre el obispo Nicolás. Para llevar sus regalos empleaba el medio de transporte normal en esas latitudes en invierno: el trineo. Sentado sobre él y vestido con su mitra y sus ropajes púrpuras de obispo contra un fondo nevado ofrecía una imagen de indudable fuerza pictórica.
En los Estados Unidos, la empresa Coca-Cola vio la asociación entre el color rojo del buen obispo de Myra y el color rojo de su etiqueta. Como para los niños norteamericanos los paisajes nevados de Navidad eran algo familiar, los publicitarios de la casa retocaron la vestimenta: el obispo de barba canosa debería vestir un traje rojo como el de la corporación norteamericana e ir equipado con botas para la nieve y un gorro rojo para el frío. Hacia comienzos del siglo XX, los regalos que reproducían la adoración hacia Jesús y que identificaban a todos los niños con el Niño Dios se habían convertido en un objeto de consumo repartido por un icono publicitario.