Entrevista a Joseba Zulaika, autor de «Polvo de ETA»

Izaronews

Joseba Zulaika es el autor de «Polvo de ETA», un repaso a la historia de la organización armada desde un punto de vista antropológico, filosófico y muy personal. Doctor en Antropología Cultural, este vasco nacido en Itziar hace 59 años es en la actualidad miembro del Center for Basque Studies de Reno donde reside. Su ensayo, recién publicado por editorial Alberdania concluye con el homenaje a Jokin Gorostidi en la plaza de Deba en presencia de sus cenizas levantadas por su compañera Itziar Aizpurua. Etxebarrieta tenía una cita con Gorostidi el día que murió.

«Percibí el final de un ciclo», dice el autor en una entrevista con izaronews. «Las cenizas son un componente significativo en los contextos rituales vascos; en los funerales del nacionalismo radical las cenizas de los hijos muertos eran desparramadas por sus madres. Durante el acto se escuchó la canción de Lete/Laboa “Polvo de estrellas”. También la estrella de ETA se ha convertido en polvo. Pero entendido debidamente puede también convertirse en polvo que signifique el fin de una era y dé vida al comienzo de otra».

P.- ¿Sirve la alegoría para explicar el conflicto vasco, sirven Kiekegaard, Gabriel Aresti, Lauaxeta y Freud?

R.- La realidad del sacrificio humano, la disposición a morir y matar, no puede ser “explicada” o “interpretada” plenamente. Lo más que se puede hacer es situarlo en contextos politicos o culturales, vestirlo de alegorías como el del sacrificio de Isaac al que estaba dispuesto su padre Abraham. Esta alegoría ha servido para ilustrar la esencia de la locura de la fe, tanto religiosa como patriótica.

Muchos autores han comentado esta alegoría bíblica. El texto de Kierkegaard es particularmente estremecedor. El de Derrida también. Es una alegoría que puede ser utilizada tanto para justificar lo injustificable como para criticar la locura de un dios cruel. En una de las versiones de Kierkegaard, el hijo termina perdiendo la fe en el dios de sus antepasados, el resultado más terrible posible para su padre. Es una alegoría que retrata lo que nos ha sucedido a muchos de mi generación ante las atrocidades de ETA: simplemente hemos perdido la fe.

Otro tanto podríamos decir de los escritos de Aresti, Lauaxeta, o Freud. El “Maldan Behera” (Cuesta Abajo) de Aresti es un poema profético e iniciático de descenso a los infiernos, muerte y posterior subida. Lo escribió el año en que se fundó ETA. Las alegorías de Freud sobre el padre muerto que retorna en forma de ley (“en nombre del padre”), el gran Otro al que hay que someterse y personificar (uno actúa en nombre del Otro, no en nombre del sujeto ordinario, y lo paga con la castración simbólica de que uno no se representa a sí mismo sino a la figura de la autoridad) son igualmente reveladoras de la situación actual en la que ETA y el Estado español son cada vez más realidades fantasmáticas que no comandan identificación y fe.

P.- Ordizia, Ermua, Barcelona, tres lugares geográficos que te llevan a tres personajes asesinados que muestran el fin de un ciclo, alguno cercano a ti. ¿Qué sentido tienen esas muertes?

R.- En Ordizia cae Yoyes asesinada por sus ex-compañeros. Si el gran Otro de Lauaxeta era el lema sabiniano de Dios y Patria, el gran Otro de Etxebarrieta se situaba muy lejos de la religiosidad patriótica del nacionalismo clásico. Era el existencialismo unamuniano y la acción sartreana lo que predominaba en el joven poeta bilbaino, aunque como Lauaxeta estaba dispuesto al sacrificio por su patria. Yoyes milita siete años en ETA y lo da todo por la misma causa patriótica, pero va más lejos y, en un acto de modernidad radical, sacrifica incluso la causa porque llega a la conclusión de que el sacrificio ya no tiene sentido. El sacrificio se ha convertido en la gran mentira. Lluch es otro personaje que paga con su propia vida la convicción de que el sacrificio no tiene ya sentido político ni ético y de que hay que buscar una solución al problema de la violencia. Dudo que ETA supiera por qué lo mató. Fue un acto de delirio inconsciente, de plena locura, sin sentido alguno para nadie.

P.- Presentas en tu epílogo a Yoyes como Antígona, la heroína frente a quienes la mataron por desertora. ¿Por qué es más heroína que traidora?

R.- En los momentos de transformación y creatividad, cuando el sujeto abandona la tutela del gran Otro, uno se ve obligado a “traicionar” los modelos de pensar y actuar previos. Esto es lo que hizo Yoyes. Al igual que Antígona tuvo que desobedecer las demandas de Creonte para cumplir con lo que ella creyó que era lo justo aunque tuviera que pagar su rebeldía con la vida. En ambos casos, el acto de desafío no es meramente un acto subversivo dentro del poder establecido sino que cambia las coordenadas de la situación misma, de lo que es posible. La actuación de Yoyes cambió las coordenadas de lo que era posible en ETA y supuso un desafío frontal a su historia. A base de negar legitimidad para regular su vida al gran Otro de ETA, Yoyes estaba dando origen a un nuevo sujeto post-ETA. En este sentido Yoyes es una heroína, la figura emblemática del momento para una izquierda abertzale abocada a construirse una nueva identidad post-ETA.

P.- La ETA de ahora ¿se reconocería en la primera ETA?

Aparte del nombre y de la continuación histórica de una misma organización, la ETA de ahora es muy distinta de la ETA inicial. Aquella ETA no fetichizó la violencia, o el estado, o la independencia. Lo que contaba era el autogobierno y el resurgir de la identidad vasca moderna. Insistió en la primacía del individuo sobre el Estado. Se distanció del nacionalismo tradicional en una actitud que podría ser calificada de post-estatal y post-nacional. Insistía en el presente, en que el comportamiento de 1961 no debía ser el de 1936. Para ello había que abandonar toda noción romántica de un País Vasco idealizado; como ejemplo, lo que contaba no era el origen prehistórico del euskera sino el que se convirtiera el euskera en una lengua útil. Es una ETA intelectualmente abierta. Las grandes ideas del nacionalismo sabiniano—Dios, Prehistoria, la Tierra de los antepasados—no había que vivirlas como memoria del pasado sino como actualización existencial en el presente. Esta vitalidad intelectual y de conformarse a las necesidades actuales es lo que le falta a esta ETA epigonal.

P.- Defiendes o concluyes que la paradoja de ETA es que ETA no simboliza ya el antagonismo entre los nacionalismos vascos y español, sino entre la propia ETA y la izquierda abertzale, entre la estrategia militar y su proyecto político. Explícalo.

R.- Los antagonismos históricos han sido entre los nacionalismos español y vasco, entre el nacionalismo y el socialismo, entre el nacionalismo vasco histórico y el de la izquierda seguidora de ETA.

Ahora a mi me parece que el antagonismo más decisivo se va a crear entre ETA y su brazo político, – Batasuna —entre la razón militar y la razón política. Está claro que ETA está perjudicando a Batasuna e imposibilitando el desarrollo del enorme potencial político que tiene. Tras el alto el fuego de 1999, Batasuna obtuvo el 18% de los votos. Pero esto apenas cuenta para la lógica militar de ETA. Una Batasuna fuerte que dictara el curso del movimiento abertzale de izquierdas sería de hecho la única fuerza que podría parar a ETA. Esta posibilidad es implícitamente una amenaza para ETA. Cara a la galería ETA y Batasuna se perciben como unidad de objetivos politicos; pero hay un antagonismo interno fundamental entre ambas formaciones cuyo desarrollo va a ser clave para la resolución del conflicto.

P.- Desde la lejanía, desde Reno, cómo se ven las cosas de diferentes, ¿cómo ve un vasco a su tierra?

R.- Desde la lejanía uno vive de proyecciones, de recuerdos, de construcciones imaginarias que tienden a ser romantizadas. La cultura vasca se convierte en una realidad estática que se conforma a lo que uno recuerda cuando dejó el país. El folklore adquiere un valor importante, lleno de emotividad. Pero es difícil quedarse sólo en lo romántico. Si uno quiere saber lo que está pasando allí, el emigrante se entera sobre todo a través de lo que dicen los medios de comunicación que, en ausencia de una experiencia social directa, se convierten en una realidad incuestionable. Si los medios de comunicación sólo hablan de “terrorismo” el efecto en la gente de la diáspora es desolador. La identidad vasca es algo que, en última instancia, el emigrante decide ejercer o no dependiendo de lo que ello le suponga. Asociar lo vasco con terrorismo es una forma directa de suprimirlo y hacerlo desaparecer. ¿Quién quiere alardear de vasco si ello conlleva identificarse con la locura de un pueblo incapaz de ver que “terrorismo” equivale al tabú político ultimo en el mundo contemporáneo?

P.- Los intelectuales ¿pueden aportar algo a la resolución dell conflicto vasco?

R.- No pueden aportar mucho. Pero es labor del escritor, en la tradición del poeta Dante o de nuestro Gabriel Aresti, recordar a su pueblo que la historia no es lineal, que a veces los pueblos caen en la barbarie o por el contrario surgen de sus propias cenizas. La sociedad vasca se halla en una encrucijada así.

P.- ¿Cuanto hay de autobiográfico en el libro?

R.- La gente de mi generación hemos vivido la identificación con ETA desde la adolescencia. He escrito sobre el tema como una forma de exorcismo. El drama de una violencia no resuelta nos sigue afectando a muchos que nos distanciamos de ETA hace mucho tiempo. Es la prueba de fuego de mi generación, la prueba de la catástrofe que nos ha tocado vivir y del que no acertamos a salir.

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