Olaf Holm

El Telégrafo (Ecuador).- Olaf Holm (1920-1996) llegó a Ecuador a los 24 años de edad como parte de una delegación de su natal Dinamarca para establecer vínculos comerciales con este país. Sin embargo, tras conocer a personas como Carlos Zevallos Menéndez, uno de los más grandes investigadores de la arqueología que ha tenido el país, se despertó en él una vocación por dicha área del conocimiento. Con tanta minuciosidad la cultivó que se convirtió en un científico autodidacta y en uno de los pilares fundamentales para la (re)construcción de la identidad nacional.

En el Diccionario Biográfico del Ecuador, su autor, Rodolfo Pérez Pimentel, refiere que Holm “era muy didáctico en sus explicaciones (…) sin ser propiamente un arqueólogo, estaba capacitado para explicar la prehistoria ecuatoriana con solvencia”.

El trajinar de este investigador de la arqueología y la antropología es retratado en el libro “Olaf Holm, el vikingo”, que se presenta a las 18:00 de hoy en el Museo Nacional del Banco Central del Ecuador (avenida Patria y Seis de Diciembre, Quito). La investigación que respalda al libro fue realizada por uno de sus más cercanos amigos, el historiador Juan Cordero Íñiguez.

El autor de la obra ha dividido la información sobre Holm en dos grandes áreas. La primera está centrada en el personaje como tal.

Por ejemplo, se retrata cómo Holm dejó Dinamarca y  cómo llegó a Ecuador. Todo lo que significó para él, el cambio cultural.

Luego, hay una descripción sobre los encuentros que tuvo el personaje con estampas ecuatorianas que lo motivaron a preguntarse qué había detrás de ellas.

Por ejemplo, se cuenta acerca de su primer acercamiento al río Guayas y el contacto con la Isla Santay. En las páginas se retrata de qué manera las actividades que se realizaban en esos espacios le sirvieron de motor para que se adentre  con mayor curiosidad en las formas de vida, en los procesos antropológicos, etc.

Esta primera parte da cuenta, también, de su aporte a la construcción del Museo Antropológico de Guayaquil (antecesor del actual MAAC), que aglutina más de 60 mil piezas y se constituye en uno de los más importantes a nivel nacional.

En la segunda parte de la obra se aborda toda su producción bibliográfica, de manera cronológica. También se detallan sus estudios arqueológicos por períodos y se plasman algunas lecturas de Cordero  sobre las obras escritas por Holm.

El libro reproduce también varias de las correspondencias que mantuvo Holm con colegas de la región.

De hecho, el arqueólogo Jorge Marcos, refiere que si bien es cierto que Holm realizó varios hallazgos y constituyó un gran museo, su aporte más significativo fue la instauración de una red de comunicación entre investigadores sobre nuestras culturas.

“Desde mediados de la década del 50 hasta el 70 u 80, Holm recibió correspondencia de entre 15 y 20 investigadores. Luego, transcribía las cartas y las reenviaba al resto de estudiosos. Tenía  lo que ahora equivale a un webblog que era muy enriquecedor”, agrega Marcos.

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